Pues, sí, los
trolls abundan en Noruega, aunque no se les vea y, por tanto, no paguen
impuestos. Abundan y los miman para que se sientan a gusto. Si el otro día
hablaba de la carretera de los trolls, esta entrada trata de la Pared de los Trolls. Se
encuentra cerca de Andalsnes y de Molde y está considerada la pared de roca
vertical más alta de Europa. Mide 1.100 metros desde la base hasta la cumbre y
no es fácil de escalar. Un equipo noruego lo consiguió por primera
vez en 1985, tan sólo un día antes que un equipo británico.
Caminamos en
zigzag montaña arriba, bajo una fina lluvia y rodeados de niebla (lo que en
Noruega se considera un tiempecillo agradable), hasta llegar a una especie de meseta
que es un perfecto mirador de la
Pared de los Trolls. Desde allí puedes verla, enfrente, con
la cima cegada por la niebla, como un reto imposible, pero ya se sabe que los
escaladores, conquistadores de lo inútil, no se arredran ante nada. Es más:
cuando mayor es el reto más se motivan.
El ascenso a la
meseta permite además la visión del idílico valle Romsdalen, una sinfonía de
verdes que desemboca en un fiordo que parece escapado de las páginas de El Señor de los Anillos. Ésta es una de
las gracias de Noruega, que siempre tienen montañas y fiordos a mano, lo que
garantiza paisajes dramáticos, espectaculares. Y, por si faltara algo, también
tienen unos cuantos trolls que dicen que acechan en la niebla. Feos, grandotes,
narizotas e invisibles. Nadie puede verlos, pero están allí, dispuestos a
completar la postal.
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