Cada vez que llego a Berlín, y esta vez no ha sido una excepción, me encuentro con una ciudad nueva. Y me gusta que sea así. Berlín, pienso, es lo más parecido a Nueva York que tenemos en Europa; Berlín se reinventa cada año y siempre se las arregla para atraer a los artistas. Recuerdo que antes de la caída del muro, la Ku'damm era el centro del Berlín Oeste. Hoy está poco menos que olvidada y el protagonismo recae en Alexanderplatz, la avenida Unter den Linden y una puerta de Brandemburgo por la que se puede circular libremente.
Antes, en Brandemburgo, reinaban el muro y los vopos. Hoy dominan los turistas, los manifestantes y los artistas que buscan llamar la atención. Berlín cambia, Berlín sorprende, Berlín mejora con los años. Hace pocos años estaban de moda los barrios de Kreuzberg y Prenslauer Berg, pero ahora me hablan de Neukölln como barrio al alza. Lo dicho, Berlín siempre sorprende. De todos modos, los turistas siguen apuntándose al morbo de hacerse una foto en Checkpoint Charlie, como si el muro todavía existiera.
Pero, claro, ya no es lo mismo. Los vopos de hoy son actores disfrazados en busca de unas monedas, los sacos son puro decorado y, junto a lo que antes era un paso fronterizo que aterrorizaba a cuantos lo cruzaban, ahora se levanta nada menos que un McDonald's. Ver para creer.
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