viernes, 17 de febrero de 2012

El paraiso de Marahau (NZ)


De vez en cuando, en los viajes, te encuentras sin haberlo previsto con un paraíso que te hace pensar que ya no quieres ir más allá. Es el caso de Marahau, un pueblecito situado en el extremo norte de la Isla del Sur, en Nueva Zelanda. El pueblo, de hecho, no es gran cosa: unas pocas casas, dos càmpings alternativos y uno de carvanas, unos cuantos bares, un par de lodges selectos y una roulotte eternamente aparcada donde dos jóvenes alternativos sirven platos sencillos y venden bebidas orgánicas. Lo importante, sin embargo, no es el pueblo, si no lo que lo rodea: playas idílicas de arena dorada, bosques frondosos que llegan hasta el mar y una costa virgen y desgarrada, de una belleza absoluta. Todo pertenece al Abel Tasman National Park, uno de los parque más pequeños de Nueva Zelanda, y uno de los más hermosos.

Lo que más abunda en Marahau son mochileros y alternativos. Te los cruzas por los caminos de esta costa que sólo se puede recorrer a pie: 51 kilómetros en total que se suelen hacer entre 3 y 5 días, depende del ritmo que te impongas, o del que puedas permitirte sin echar el bofe. Por el camino hay campings y cabañas donde puedes pasar la noche, y tienes que estar siempre pendiente de las mareas, ya que en esta costa puede haber hasta 6 metros de diferencia entre la marea alta y la baja.


El camino, de paisajes bellísimos, con calas increíbles y playas de ensueño, está muy frecuentado en esta época del año, el verano austral. En él te encuentras tanto a jovenes con greñas y chanclas, con aspecto de surfers, a mochileros equipados con botas de montaña, los últimos adelantos en ropa deportiva y bebidas energéticas. Todos buscan lo mismo: la belleza de un paisaje único y la sensación cada vez más difícil de estar caminando por una costa virgen, por un mundo que la codicia de los humanos no ha conseguido estropear.
Al final del día, cuando el sol se pone en Marahau, los bares del pueblo de llenan con la gente que acaba de completar la travesía de la costa. En su mirada soñadora puedes leer lo que están pensando: el paraíso existe y se llama Marahau.

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