De
vez en cuando, en los viajes, te encuentras sin haberlo previsto con
un paraíso que te hace pensar que ya no quieres ir más allá. Es el
caso de Marahau, un pueblecito situado en el extremo norte de la Isla
del Sur, en Nueva Zelanda. El pueblo, de hecho, no es gran cosa: unas
pocas casas, dos càmpings alternativos y uno de carvanas, unos
cuantos bares, un par de lodges
selectos y una roulotte
eternamente aparcada donde dos jóvenes alternativos sirven platos
sencillos y venden bebidas orgánicas. Lo importante, sin embargo, no
es el pueblo, si no lo que lo rodea: playas idílicas de arena
dorada, bosques frondosos que llegan hasta el mar y una costa virgen
y desgarrada, de una belleza absoluta. Todo pertenece al Abel Tasman
National Park, uno de los parque más pequeños de Nueva Zelanda, y
uno de los más hermosos.
Lo
que más abunda en Marahau son mochileros y alternativos. Te los
cruzas por los caminos de esta costa que sólo se puede recorrer a
pie: 51 kilómetros en total que se suelen hacer entre 3 y 5 días,
depende del ritmo que te impongas, o del que puedas permitirte sin
echar el bofe. Por el camino hay campings y cabañas donde puedes
pasar la noche, y tienes que estar siempre pendiente de las mareas,
ya que en esta costa puede haber hasta 6 metros de diferencia entre
la marea alta y la baja.
El
camino, de paisajes bellísimos, con calas increíbles y playas de
ensueño, está muy frecuentado en esta época del año, el verano
austral. En él te encuentras tanto a jovenes con greñas y chanclas,
con aspecto de surfers, a mochileros equipados con botas de montaña,
los últimos adelantos en ropa deportiva y bebidas energéticas.
Todos buscan lo mismo: la belleza de un paisaje único y la sensación
cada vez más difícil de estar caminando por una costa virgen, por
un mundo que la codicia de los humanos no ha conseguido estropear.
Al
final del día, cuando el sol se pone en Marahau, los bares del
pueblo de llenan con la gente que acaba de completar la travesía de
la costa. En su mirada soñadora puedes leer lo que están pensando:
el paraíso existe y se llama Marahau.
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