A medida que
viajas por Nueva Zelanda te vas dando cuenta de que todo el país es un gran
plató en el que se rodó El Señor de los Anillos. Lo sientes cuando
penetras en los bosques de árboles y helechos gigantes, lo ves en las zonas
volcánicas de Rotorua o Tongarino (la tierra de Mordor), lo confirmas en el
valle de Hutt, en las cercanías de Wellington, y lo ratificas en Matamata,
donde hasta pueden visitarse las casas de los hóbits.
Peter Jackson lo tuvo fácil al elegir
escenarios para el rodaje de El Señor de los Anillos. Nacido
neozelandés, conoce a la perfección su país y sabía muy bien, por tanto, que en
él pueden darse los paisajes más variados, muchos de ellos ligados a una
naturaleza casi virgen y a un mundo onírico que encaja a la perfección con las
descripciones de Tolkien.
Los paisajes citados en el primer
párrafo se refieren todos a la isla del Norte, pero también en la del Sur se
sigue repitiendo una sensación de déjà vu que proviene de haber visto El
Señor de los Anillos. Los paisajes de Golden Bay, de Queenstown, de
Glenorchy, de Te Anau o de los Mavora Lakes te remiten directamente a la
película y, consecuentemente, a la novela de Tolkien.
Éste es otro de los alicientes de un
viaje a Nueva Zelanda. Pero lo realmente bueno es que todavía hay más, muchos
más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario